Cada año en todo el mundo se pierden o desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos, de acuerdo con el Índice de desperdicio de alimentos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Con el hambre en el mundo en aumento debido a la pandemia de COVID-19, la necesidad de reducir este despilfarro es cada vez más urgente.

Una décima parte de la población mundial, hasta 811 millones de personas, estaban desnutridas en 2020, al menos 118 millones más que en 2019, según El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2021, un informe publicado en julio de 2021 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, el Programa Mundial de Alimentos, la Organización Mundial de la Salud y otras agencias de la ONU.

Además de agravar el hambre y la inseguridad alimentaria, la pérdida y el desperdicio de alimentos contribuyen a las tres crisis planetarias que amenazan nuestro futuro colectivo: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación.

Y si bien las pérdidas y el desperdicio ocurren en todo el sistema alimentario, las personas y los hogares pueden ayudar a enfrentar el desafío. Casi 570 millones de toneladas de pérdidas y residuos se producen en los hogares, por lo que la acción de los individuos es fundamental.

Las pautas emitidas por el PNUMA y el Instituto de Estrategias Ambientales Globales (IGES) muestran que la práctica del compostaje es una de las mejores opciones para manejar los desechos orgánicos y al mismo tiempo reducir los impactos ambientales.

El compostaje adecuado de los desechos orgánicos que generamos en nuestra vida diaria (alimentos no comestibles o no utilizados) puede reducir la dependencia de fertilizantes químicos, ayudar a recuperar la fertilidad del suelo y mejorar la retención de agua y la llegada de nutrientes a las plantas.

En términos más generales, al reducir el desperdicio, el compostaje también ayuda a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que afectan el cambio climático. La pérdida y el desperdicio de alimentos generan aproximadamente entre 8% y 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, mientras que el uso de la tierra y los recursos hídricos ejercen una presión cada vez mayor sobre la biodiversidad.

“Nuestra relación con la naturaleza no está equilibrada. Los seres humanos estamos tomando y desechando continuamente, y la naturaleza nos está dando continuamente”, dice Doreen Robinson, jefa de Vida Silvestre del PNUMA.

En cambio, dice, “tenemos que aplicar el pensamiento circular en el que se ha sostenido la vida y en el que las cosas se reutilizan continuamente”.

Fuente de nota
https://www.unep.org/es/noticias-y-reportajes/reportajes/compostar-puede-ayudarnos-reducir-nuestro-impacto-en-el-planeta

Fuente de imagen: Joke Vander Leij en Pixabay.

 

Informa Revista Naturaleza Interior
“Cuidando nuestro medio ambiente y la vida”